Pues mi Papa consiguió irse como el queria. Fueron tres semanas de tratar de convencerlo de que comiera y se quedara un rato más, pero al final ganó el. La muerte es un evento muy extraño, es difícil de describir y me imagino que la experiencia de cada uno es absolutamente diferente. La mia en lo particular goza de una paz muy grande, y de igual proporción una tristeza difícil de medir. Yo veia desde hace años que mi Papa se deterioraba y se rehusaba a que lo tratara un profesional, lo cual no me daba mucha esperanza. Estaba decepcionado de que el camino no hubiera sido como el lo había querido. Pero se rehusaba a admitir que uno es dueño de los pasos que da y hacia donde los da. Por lo que se convirtió en una víctima del destino. Así creo que comenzó su depresión. Y solo se fué agravando al sentirse cada día menos dueño de sus pasos y de su camino. Lo que logré observar es como un ser humano al soltar el volante de su destino termina siendo atropellado por el mismo. Es muy duro tener que hacer el ejercicio de aceptación de que nosotros nos llevamos a donde estamos parados en todo momento. Pero que otra cosa nos lleva ahí si no nuestros pies y nuestras decisiones? Podemos decir que hay obstáculos, pero de igual manera los podemos resolver y decidir como reaccionar ante ellos. Podemos decidir cargar quejas toda la vida o dejarlas y fluir, simplemente seguir caminando. Podemos decidir no caminar o no detenernos. Podemos decidir enojarnos con la vida por lo que no tenemos o agradecer profundamente lo que si tenemos, somos y damos. Podemos decidir tener miedo y paralizarnos o confiar en el amor y movernos con el a donde vaya. Podemos decidir perdonar o quedarnos con un dolor que se añeja y nos enjuta los pasos. Ultimadamente esas decisiones de todos los días son las que construyen nuestra vida y nuestro destino. Son las decisiones que nos alegran o nos deprimen. Yo veo la depresión por el lado espiritual como un enojo profundo, quizá hasta un capricho. Una cadena de caprichos que se van acumulando junto con la auto-compasión de sentirnos víctimas en lugar de creadores. Toda mi vida escuche la frase ¨Yo que culpa tengo¨ salir de la boca de mi Pa. No juzgo, solo observo como eso fué en gran parte lo que definió su destino final. Solo observo como día a día se rehusó a tomar las riendas de vuelta. Como se acomodó en ese lugar de pasajero en un vehículo sin conductor. No lo comprendo, quizá jamas logre entender esa decisión del todo. Solo me queda ahora tomar mi decisión y soltarlo todo, el dolor, la confusión, la culpa y decidir conducir mi vida hacia adelante con plena conciencia de a donde quiero ir. Me queda decidir fluir con el amor a donde me lleve. Me queda decidir no detenerme. No enojarme. Me queda agradecer todo lo que si tengo y entiendo, soy y puedo dar. Me queda no tener miedo, perdonar y amar.
Me queda decidir que el camino lo hago yo y lo estoy haciendo con amor.