Ayer termino mi noche a las dos de la mañana. Lleve a mi Papa al hospital porque llevaba ya quince días comiendo cada día menos. Me llamo su mujer angustiada y llorando y me pidió ayuda, lo único que se me ocurrió para su huelga de hambre, fue hospitalizarlo. Estando en su camilla, con suero en el brazo, refunfuñaba y pedía por favor que lo sacáramos de ahí y lo lleváramos a su casa. Después pedía lo mismo pero ya sin el favor. Yo solo podía observarlo y pensaba, no entiendo nada. Porque alguien caminaría hacia su propia tumba voluntariamente habiendo tenido una vida mas que privilegiada? Porque no quiere que lo ayuden a cambiar su ruta. Sus gritos defendían a toda costa su derecho a hacer lo que quisiera con su vida, incluso a terminarla como el quiera y cuando el quiera, y claro, quien puede argumentar que no tiene ese derecho? Es evidente que sufre un cuadro de depresión. Pero, como se genera la depresión a estos grados? Como puede ser que un grupo de células decidan dejar de producirse y por la ausencia de las mismas tu mente te diga que la vida ya no vale nada? La vida que cuesta tanto proteger. La vida por la que algunos luchan, como un chavo que estaba en el cubículo de al lado de apenas 16 años, que por lo que se podía ver, tiene cáncer. El daría lo que fuera porque la solución a su problema fuera tomar agua y comer. Esa es la solución que le dan a mi Papa que ya no aprecia la vida que tiene, que irónico y que cruel. El resultado de los análisis fue; que como ha decidido no comer porque ¨no le gusta la comida que hay por su casa¨, su cuerpo ha decidido que se va a comer sus plaquetas para sobrevivir, porque su cuerpo a pesar de el mismo, si quiere seguir viviendo. Me puse a pensar, como es que un ser que hace años parecía tan claro en su búsqueda espiritual y en sus conclusiones de lo que es la vida, podía ahora estar exactamente del otro lado atado por sus propias ideas y amordazado por sus pensamientos negativos. Prisionero de una repetición interminable de su justificación de porque la vida le ha jugado mal. De como el es víctima de la vida. Le gusta mucho decir, ¨yo que culpa tengo¨ - La culpa es del clima, la culpa es del lugar que no tiene buena comida, la culpa es del país que ya no es como era, al final en realidad, la culpa es del espejo. Al parecer eso lo hace sentirse bien del lugar en el que esta. No sentir que el tuvo algo que ver con este resultado es un consuelo en su mente. Muchas veces podemos caer despacio en este patrón, sin darnos cuenta de cuanto nos victimizámos día a día. Las quejas son una forma de victimizmo casi invisible. Son voraces y rápidamente se convierten en un monstruo que no podemos controlar. Lo veo porque así comenzó mi papa hace décadas. Quejarse como forma de relacionarse con el mundo, como una manera de encontrar un lugar común donde convivir, se ha convertido, en un remolino de negatividad en el que hoy esta atrapado y en el que ya no quiere vivir. Donde la única salida visible, desde su perspectiva, es morir. Su cuerpo trata de sobrevivir a toda costa, su cuerpo se come a si mismo como ultimo recurso para darle tiempo de cambiar su perspectiva y quizá poderse salvar los dos. Quizá poder ver varios amaneceres mas, leer otros cuantos libros, reír unas cuantas veces mas, ver otra vez el mar.
La inconsciencia y la falta de disciplina mental nos pueden llevar a ser prisioneros de una cárcel inventada por nuestros pensamientos. El ego se deleita en la enfermedad de la mente. El ego es el carcelero mas audaz. El que a toda costa quiere que pienses que no existe. Que el es tu, y tu eres el. Es el verdugo que sube a la silla a base de diarios engaños sutiles. Nos alimenta mentiras de sabores. Promete protegernos del mal que esta alla afuera. Nos separa y nos atrapa con las palabras que le damos a diario sin pensar. Palabras que se vuelven vientos, tormentas y cadenas de las que luego creemos que no podemos escapar. Alas! pero he ahí el gran truco del maestro de la decepción! Esas cadenas son ilusiones. Esas palabras que creamos las podemos transformar con el solo impulso del deseo. Con el simple cambio de intención y la diligencia de hacerlo hasta lograr su transformación, el cambio es inevitable. Nuestro poder de observación esta ahí protegiendonos del engaño, solo tenemos que conectarnos a el. Solo basta con querer y no dejar de querer cada momento el cambio. Querer como disciplina diaria, como ejercicio físico. Desear esa conexión a la luz a diario como tomar un cafe. Diario conectar, como ritual de supervivencia. Esa es la llave de la prisión invisible. Esa llave es la verdad que nos hará libres de nuestras propias mentiras. Libres del verdugo invisible, nuestro ego desquiciado.
Así que hoy, OBSERVATE, ESCUCHATE, RESPIRA Y BUSCA LA LUZ DONDEQUIERA QUE VOLTEES.
